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Mostrando entradas de noviembre, 2015

La expulsión del paraiso

“La mujer gorda venía delante con las gentes de los barcos, de las tabernas y de los jardines. El vómito agitaba delicadamente sus tambores entre algunas niñas de sangre que pedían protección a la luna. ¡Ay de mí! ¡Ay de mí! ¡Ay de mi!” Paisaje de la multitud que vomita. Federico García Lorca Después de esperar 30 minutos en el paradero Portal Norte, llegó el bus articulado. Entré en medio de la multitud de personas, nos empujamos según costumbre en estas horas pico (y en las demás). Yo como las otras personas me lancé a ese agujero que abre la puerta automática, a cuerpo limpio me abrí paso pero no alcancé el anhelado puesto, tendría que irme de pie la media hora que dura este transporte para llegar a la calle 45. Logré hacerme en el centro del bus, me recosté en el fuelle central, cerré los ojos, me adormilé. Oía el murmullo de la gente, poco a poco se intensificaba hasta que se convirtió en una algarabía insoportable. Abrí los ojos, me sorprendí aunque

Colibrí A Silenia Mondragón

Se escucha la lluvia en esta hora única: una vez,  otra vez. Ronronea en el árbol con gorgoritos de agua. Recorre el valle, la flor, la montaña… ¿Sientes ese olor que deja? Es tu aroma Tu original halo Tu maracuyá en flor. Es tu piel nueva hecha con plumas de luz y agua. 
Oración de amor Si escribiera una oración de amor empezaría por decir quién soy. Si me reconozco como una gota de mar, como ese punto de luz en el cielo, como la piedrita de la blanca arena, como la muñeca inicial de la matrioska. Si me sé necesaria y aun así ínfima; importante y con el asombro del agradecimiento; confiada en el universo y atenta a la contingencia. Si siento que el día es siempre inicio Y no sé de juzgar, ni de las impiedades del miedo. Si soy niña y salgo a caminar estrellas e invento rutas y trasciendo nubes. Si tal vez pueda ser el legendario caminante que no se pierde en las tormentas ni siquiera en los desiertos… Si soy arriesgada y salgo del confort. Si estoy con pocas certezas y me dejo a la deriva. Podría llegar el día que mi mano ponga en tu corazón y nos reconozcamos en medio de tanta soledad.

De mi color ancestral

De mi color ancestral Soy de color ancestral, multitud de sol en el cuerpo: maíz, girasoles, campo de trigo. Mi horizonte de piel bordea la arbolada de Arce del amor, ecos de arcilla, ciudad Petra de rostro rojo. Me erijo en los picos de nieve, -amante de las calinas- Me sumerjo en las playas blancas de Bora Bora , En la luna emergida de mares en luz, -caricia de las belugas viento de alma- Me despierto en la Pachamama, aguacero de laurel y pino, colinas de hierbabuena y cardamomo. Me vegetalizo de quínoa y chía, de alfalfas y lentejas germinadas. Me añado amor. Soy gente, persona que cuida.
Vas a llover fuerte , a fecundarte desde el oído al ombligo. Nacerás en tiempo presente, desprestigiando la depresión de la hora que acontece Y esta ansiedad del minuto -siempre adelante de tus pies- Por suerte también deshonrarás mi poema que está en futuro. Aunque tu lector de mi virtualidad estés como yo en tiempo presente. Anunciarás la vida, arrancando ralladuras rojas a la arbolada de nubes cenicientas, resurgirás castrando los testículos de los detentores del amor. Gritarás con tus pechos - frutas silvestres- la fe que nos hace falta A ti lector y a mí para dar por comenzada otra humanidad: Desorden de linealidad de tiempos, espacios en bricolaje. Anegarás la negación de tu lluvia Y la mía. Descreerás las razones para no echar por la borda las voces, los silencios, nuestra conjugación de sueños, los suspiros, la delicada alcalización de la vida, la aplicación de lágrimas y el frenesí de tus manos. Recurrirás sin prisa a esta piel solo tuya.
DOMESTICA UN ZORRO ¿A qué huele el día? ¿Cuáles estrellas acompañan la noche? Trago la mitad del vaso lleno, dejo la comida a los perros. No recuerdo tus ojos ni lo silencios de tu respiración. Corro de punta a punta sin pies, tejo y destejo sin lanas, ni odiseos. Sufro la enfermedad de los inmortales: penuria y hambre , derroche y hartazgo. Pero mi cuerpo resiste, quiere la vida torpe. Me invita a observar arreboles de la noche y fractales luciérnagas. Quita la cera de mis arrugas. Restituye mis huesos. Aconseja que los minutos que me quedan camine despacio hacia una fuente. -Domestica un zorro-me dice.
DE ENSAYOS EN LA CEGUERA “Aquella noche el ciego soñó que estaba ciego” José Saramago ¡Estoy ciega! mi grito no está contagiado de la peste de ceguera. Está en las abarrotadas calles que aluden a absurdas toneladas de luz. No tengo una enfermedad blanca en la retina, aunque hay mucha gente mutilada en fábricas de carteras chinas y bicicletas taiwanesas. Sencillamente, estoy ciega de luz desperdigada en peces, orquídeas, rábanos, colibrís de centros comerciales. Hay tantos maniquís, tantos brazos, piernas, cabezas, manos, dedos rodando, siendo rayos, anzuelos, tormentas, huracanes, terremotos, tsunamis que devastan el iris, el cristalino, la retina de tierras, paisajes, montes, semillas. Han saturado en voltios de luz, las flores, los patos, los caimanes, las jacarandas, los arroyos, los azulejos. Toda la mirada derribada por un dedo de fibra de vidrio, por los muslos del acrílico y las sonrisas de aluminio. Ojos subastados en seres consumidos de luz, abigarrados
SILENCIAR LOS SONIDOS En este hoy de relámpago requerimos de silencio, silenciar las libidos innecesarias, las tarjetas de crédito, los carros de mercado. Inarticular las voces de las cajeras, los banqueros, el coreador del almuerzo. Insonorizar el taconeo de los Caprino, el aplauso febril de la fanaticada, los biarticulados con su sirena de viandantes ciegos. Enmudecer las ráfagas de cuerpos diseminados en aceras, ascensores, peluquerías. Alterar de oído el trabajo de los mendicantes, sabios de lo público. Requerimos de silencio profundo, íntimo, corporal que nada delate nuestra presencia. Ser leves, volar terrenamente sin metafísica, ni ciencia. No aguanto los sonidos de la pesadez, esta mujer viene cargada con su barniz de televisión y su endémica agiotista. Él con sus días de jefe, contagiado de burla, desprecio y arrogancia. Requerimos nombrar el silencio como recodo de vida. No confundir su nombre ni olvidarlo, Quiero silencio para hablar contigo, senc
SIN VOS-VOZ Hoy mi hermano cumple años. Treinta y tres mil o tantos años. Él carga en su espíritu la inconciencia de los maldicentes de su masculinidad. Recuerdo que tragaba sus lágrimas para que el ojo avizor de nuestro padre no latigara su avidez y curiosidad. (Mi padre fue a su vez devastado) Gustaba de los pájaros, lloraba a lágrima, su muerte. Cómo aguantaba las palpitaciones de su corazón cuando había que demostrar ser hombre, rompiendo ventanas, escupiendo caras, poniendo sobrenombres. Pintaba y a eso le llamaban ser “mariquita”, Por eso muy joven dejó su talento. Inventamos un carro, un ascensor, una pila, un barco. Todo ello, desechado en colegios que adecuaban los cuerpos a la matemática de la instrucción, a la geografía de mapas sin territorio, de ensenadas calculadas. Nunca de los ríos que andábamos de piedra en piedra, o las montañas de niebla que encendían nuestro corazón. Ni esas manos de pies de barro, de caminos fundados. Colegios que sus