Tú, al niño
Tú, al niño Tú habitas en la confluencia de mis venas y arterias como tenue fuego. Electrizas mis suspiros de piel y de lluvia presidiendo la vida. Aun así no eres visible Para quien solo es invención la magia Y niega esa voz en lo que somos. Estas más allá de los miedos: De la soledad, de la mortalidad, de la ausencia. Anuncias con tus roces a mi cuerpo: Azul sincero en la sangre Dulce mariposa en el borde de la piel. La vida no se constata Ella retorna por los subterfugios De nuestras ausencias y presencias En el encuentro del espíritu y la sangre Del alma y la piel. María Luna