Leerse mujer para este dìa 8 de marzo.
Y yo me hice mujer
Por Clara Cuervo
Leer-se mujer es un nombre que nos
abre tres posibilidades de interpretación: ser lectora, ser mujer y ser
creadora. Leer sé, mujer es ser lectora
que se reta en este mundo del vértigo y rompimiento de vínculos. Por ello, se
detiene en las palabras: las huele, las palpa y las saborea. Se entrega de
cuerpo a la lectura, así crea una revolución, pues reta a los productivos dueños
del tiempo y del espacio, señalándoles que el período de vida es suyo y que
quiere “caminar tranquila hacia una fuente”.
Busca ese tiempo primigenio en el acto de leer. Así un libro o un poema,
le entrega los secretos de su cuerpo y su alma los cuales trascienden cualquier
cuenta de minutos o de kilómetros. La mujer está sin tiempo comprendiendo las alegrías
y tristezas de la muerte, la vida y el amor. Se declara lectora de mano de las historias de
mujeres y hombres singulares que poco tienen que ver con el infausto
nombramiento de solo unos pocos. Ella ama al ahogado más hermoso del mundo pues
trajo vitalidad a una playa de soledad o reconoce sus oscuridades como Bastián
con los seres informes que había creado en una historia interminable.
Otra interpretación
nos arroja a la mismidad de mujer. Leer, sé mujer nos invita a esa afirmación de
ser mujer, en estos momentos en que se reconoce que su voz se ha acallado en
muchos tiempos y espacios. Recordamos
cuántas artistas nos ha permitido una configuración de alma femenina, a veces
se pierden por ejemplo en la generación del 27, y tuvieron que machacar su
existencia cuando se llamaron La sin sombrero, y con ellas María Zambrano,
anuncia, “Mujer sí, tu señora nunca”. Otro ejemplo, está por la misma época en
Colombia, los hombres guiados hacia la poesía de la generación del 27, y se
levanta una poeta sin igual en Colombia Emilia Ayarza: “Pero jamás intentes
pronunciar mi nombre, que antes de ser una palabra tuya nacería de nuevo”.
Y todo ello,
unido a Leerse mujer, es decir a crearnos como mujeres, como como señala Simone
de Beauvoir: la mujer ha sido diosa, hechicera, subalterna, pero jamás ha
podido ser ella misma. Esto no solo por
lo que el hombre cree de ella, sino por lo que la misma mujer cree de sí misma.
Por ello, no es tiempo de rasgarnos las vestiduras sino de empezar a vernos con
otros ojos, con los ojos de nosotras mismas, para poder tener voz y no desde
nosotras mismas acallarnos, porque a veces nos vemos como competencia o como
enemiga, cuando si supiéramos cuanto aprendemos de las otras. Por eso nosotras
nos leemos como mujeres , en el día a día de quienes somos, de quienes son
nuestras amigas, de quienes son nuestras compañeras en un círculo de lectura,
seres distintos, plenos de enigmas y respuestas de amor.
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