LECTURAS Y ESCRITURAS VIVIDAS: UNA FORMACIÓN DE SENTIDO


LECTURAS  Y ESCRITURAS VIVIDAS:    UNA  FORMACION  DE  SENTIDO
Por Clara Inés Cuervo Mondragón

Sonidos, mis primeras lecturas

Di mis primeros pasos de lectora del mundo en una casa del centro de Bogotá, sus sonidos fueron mi texto escrito: bulla de pericos, restregar de pisos, crispar del fuego de carbón, ecos de patio a patio, gotas sobre el tejado, choque de la lluvia en la baldosa,  cacerolas de agua en la tina,  risas y gritos de padres, tíos, hermanos y abuela. Como lectora de la palabra escuché canciones, rondas, adivinanzas, retahílas: Chivito no quiere salir del rincón ya saldrá, saldrá chivito, ya saldrá de aquel rincón.  Me gustaba escuchar Arroz con leche, Tengo una muñeca, La farolera. Jugué y canté muchas rondas.
Escuché historias no de las bocas de mi abuela o mis padres sino de una colección de cuentos por audio. Estos eran magia en los oídos, las palabras se volvían luz, me envolvían, me hacían viajar en el sonido; yo iba en el viento siendo música y  fantasía:

               Oh!  ¡Qué maravilla de lugar! El pasillo está iluminado por miles de arañas fosforescentes.  Y ahora llegamos a un salón de oro y plata. Las paredes están cubiertas por flores azules y rojas... No, no son flores, son víboras de colores echando fuego por sus fauces. Y el techo está tapizado por miles de gusanitos de luz, parece un brillante enorme. Esos murciélagos -con alas azules, transparentes- rodean el magnífico trono que está detenido por cuatro esqueletos de caballo. El trono es de piedra de la luna y en él está sentado el malvado mago. Y los cojines son… son ratones enroscados, mordiéndose su propia cola. El mago está cubierto por un manto de tela de araña color de rosa. (Sierra,  M. (1968)  Compañero de viaje. En: El mundo de los niños. [Cuentos musicales]. Colombia: Discos CBS.)


Junto a mi abuela y con el sabor de un chocolate escuché radionovelas: Kalimán, El Hombre Increíble  y Arandú, El príncipe de la Selva.  Me llamaba la atención como Kalimán podía dominar con la mente y Arandú correr por la selva en medio de los animales salvajes.

 

Recordando el olor de los libros

Me sentí infeliz cuando apareció en mi vida la “m”, no podía escribirla y por ello, recibí en la palma de mi mano cincuenta reglazos; pero esto se diluyó en el olor de los libros. Primeros años, expectativa ante los mundos nuevos, amaba oler los libros. Esos primeros días de clase me quedaba estacionada en las hojas nuevas, era un olor de encanto. Los libros desprendían un olor que vive en mi memoria. Esa magia me desbordaba, me atraía a llevarlos, abrirlos y cerrarlos; acercaba mi respiración a sus páginas y me sentía en comunión con el mundo. No sé si leía las palabras pero en todos ellos había mensajes que me llegaban por su olor. Recuerdo mi libro de escritura La alegría de leer, mis sentidos leían sus dibujos, formas y letras; las interpretaba desde su acidez a su dulzura. Otros libros que vienen a mi memoria son el de Matemáticas y Religión; el primero, me seducía por las ilustraciones y el juego con los números, el segundo porque era misterioso y me parecía estar en contacto con Dios.
En mi casa no existía biblioteca, no había libros por ningún lado pero sí en las manos de mi padre, leía, devoraba novelas policíacas; lo veo caminando con su pequeño libro en las manos. Un día, por suerte, él trajo un libro  a la casa sobre el paraíso, Adán, Eva y Abraham,  mi  avidez  no  lo  dejó  quieto y  fui  en su  busca de este tesoro.  Era  hermoso,  tenía el olor de mi padre.
Cerca de  mi  casa   existía  una  cuentería.  Ir  allí,  era  recrearse  con  los  sentidos: el  olor  me  atraía, era  una  invitación a dejarse  llevar  por  la  fantasía. Recuerdo la esencia de esta. Sus cuentos tenían un olor de encanto, de refugio, de casa escondida, de tesoro encubierto. Oler las hojas de los cuentos era estar leyendo otras historias que  se guardaban en códigos secretos. Mi  hermano  iba y sacaba  prestado  las  historias  de  miedo.  Me  los  leía    aunque   no  podía  dormir.   A  él  le  encantaba  leer  el  doctor Mortis.

Una   biblioteca   variada

A mis ocho años cambiamos de residencia, nos fuimos a vivir con una tía y su familia al sur de la ciudad. Allí todo era diferente, había una  biblioteca. No sé cuándo me acerqué a ella. Por mis ojos desfilaron cuentos, novelas, poesía y revistas. Me acuerdo, fotográficamente, de un libro de fábulas: la garza tratando de comer en un plato y la zorra en una jarra de cuello largo. Hubo un cuento que me dejó triste por unos niños que estaban disfrazados y se confundieron de fiesta.  Leí La Odisea, pero la olvidé; solo tenía imágenes que me había creado de las aventuras y el nombre de Maga Circe, este personaje me impacto tanto que me nomine así. Tiempo después en la universidad descubrí que este nombre no era de mis vidas pasadas sino de esa epopeya griega.
La biblioteca de mis primas tenía muchas revistas de Vanidades, Cosmopolitan y Selecciones. En las dos primeras encontré las novelas de Corín Tellado, leí  todas. De las Selecciones escogí los casos insólitos y el juego con el vocabulario. Aprendí poemas de un libro de poesía popular, recité algunos en el colegio y los eventos familiares, entre ellos: El seminarista de los ojos negros de Miguel Ramos y Reír llorando de Juan de Dios Peza. Me convertí en la declamadora de la familia.  
En la casa de unas amigas había una colección considerable de Condorito. No dejé de  leer ninguno. Allí, también encontré “Best sellers” de Círculo de lectores: Alicia,  Pregúntale  a  Alicia,  Manitú, Traficantes de sueños y  otros.

UN COLEGIO CON POCO SENTIDO

El mundo de la lectura fue distinto en la casa y la escuela pues en esta última no encontré un lugar para la fantasía. La mayoría de las clases se centraban en hablar de letras, frases, oraciones, sujetos, predicados y árboles gramaticales con insistente ortografía. Muchos libros, resúmenes de libros y conocimientos sin sentido, olor,  sabor, música e imagen. En primaria tengo una leve sospecha de mi acercamiento a las fábulas de Esopo, Felix María Samaniego y Rafael Pombo. También recuerdo que hicimos una obra de teatro sobre caperucita Roja pero la odie porque representé a un árbol.
De la época de bachillerato los libros que quedaron en mi memoria fueron más. Tal vez fue en cuarto grado de bachillerato que  leí El  Señor Presidente, La María. Huasinpungo, La Voragine, La Rebelión de las ratas, Pedro Páramo entre otras. En  sexto  me encontré con  el  Destino  de  un  hombre y  el  Jugador. A pesar de la escuela, estos libros fueron importantes porque descubrí mundos apasionantes en ellos. Esto, aunque poco, fue suficiente para que tuviera esa inquietud por las historias.

El despertar

Llegué a la Universidad Pedagógica Nacional, un mundo nuevo se abrió ante mis ojos. Yo que fui secretaria por cuatro años y vivía en un círculo pequeño, no podía creer que existiera esa realidad llamada conocimiento. Escribía mucho sobre mis sentimientos y mis concepciones de ese espacio pequeño pero no había encontrado la lectura como una puerta para abrir mi mundo.
La universidad me brindó la posibilidad de promocionar mi lectura. Descubrí que existían maestros y maestras de literatura; amantes y apasionados por los libros y la vida.  David Jiménez me hizo leer una novela de Flaubert. Madame Bovary luchaba contra un mundo tedioso desde sus ideales de mujer romántica, sus sueños chocaron con la realidad y ella  se desmenuzó. Ema me invitó con su derrota a involucrarme en la literatura. Mi maestra Luz Mery Giraldo logró que amara en su belleza poética a La María, comprendí el verdadero amor de Jorge Isaac: El valle del Cauca, que quienes tuvimos la dicha de conocerlo con su diversidad de flora, hoy sentimos tristeza por esos campos regidos por el monocultivo de la caña de azúcar. Además mi maestra me incentivó a conocer personalmente a Rafael Humberto Moreno Durán  y sus metropolitanas, con su idea de literatura urbana.
En mi otra carrera en la Universidad Nacional de Colombia,  aparte de estos maestros mencionados quienes también laboraban allí, tuve la dicha de encontrarme con Harold Alvarado Tenorio y Piedad Bonet. El primero fue el exceso latinoamericano, el carnaval, Doña Flor y sus dos maridos, el rompimiento de las instituciones y los instituyentes. El carnaval, antes que Foucault anunciará que somos producto de dispositivos de poder, rompía con estos, invirtiendo los órdenes establecidos: “dos maridos”, “dios es gordo” y “hay que comer muy bien en un funeral para consumición basta con la del finado”. Además con Alvarado sentí la poesía latinoamericana.  Mi maestra Piedad era Europa, William Shakespeare y el teatro. Me descubrí actriz haciendo los monólogos de Ofelia y Lady Macbeth. Creo que hay fe de olvidos con mis otros maestros, aunque no los nombre, viví con ellos la literatura y por ello, la literatura vive en mí.

UNA AMIGA  CON SENTIDO

Con mi amiga Martha Fajardo nos conocimos en la Universidad Pedagógica, formamos con otros compañeros un taller literario llamado Tachones. Ella me educó, fue mi maestra de umbral.  Su palabra sugerencia, señal, sospecha y esperanza dice con la voz del   poeta Salinas:
Perdóname  por  ir  buscándote  así,
Tan  torpemente  dentro  de  ti.
Perdóname  el  dolor  alguna  vez
Es  que  quiero   sacar  de  ti
Tu  mejor  tú.

En Tachones leímos poemas de poetas colombianos, latinoamericanos, europeos y nos leímos unos a otros. Primero nuestros escritos y luego nuestra vida. Tal vez, algunas de las personas que estaban en el taller consiguieron ser escritores, yo encontré mis amigos.
Por  fortuna, mi amiga me  habló  de lo que el autor Daniel Prieto Castillo afirma: hay  que   educar  con  sentido. Así  mismo  la  vida  hay  que  vivirla  con  sentido.  Y  fuimos  buscando  Mariposas:  Saint-Exupery, Nietzsche, Pedro  Salinas y  Ziraldo fueron su legado y  llenaron  de  argumentos  mi  forma  de  vivir. Creímos y  creemos  en  el  amor, la  amistad y  la  vida.
Cuando empecé a ser amiga de ella leí “El  Principito”,  mientras  viva  no  voy  a  dejar  de  leerlo: un   zorro,  una  rosa,  un  niño con  palabras  sencillas  dan una  lección  de  amor  a  la  humanidad. Para Federico Nietzsche, filósofo alemán,  un  niño  es  la creación, después de unas  etapas de  carga y  lucha.  El   hombre  está sin  sentido, sin  dirección  y  sin  sentidos. Este  filósofo, me escribió mi amiga, invita  a la  creación  de la  vida.  Y  yo  que  estoy  a  bien  con  la  vida       que  para  saber  de  felicidad,   no  hay  como  las  mariposas   y  las     burbujas de  jabón.   No  con  la cólera,   sino  con  la  risa se  mata.  Adelante!  Matemos el  espíritu   de la   pesadez.  Yo  aprendí   a  andar  desde  entonces  corro...  ahora  soy  ligero... ahora  vuelo”.
Este filósofo, ser  humano, estructura mi  concepción  de  vida. No  hay  poder  sobre  ti. No hay  amo. No  hay  esclavo.    eres  el  constructor de  ti mismo. Tú  eres  la afirmación  de  la vida. Con  esta  resolución  vital,  mi amiga me presentó a  Pedro  Salinas:                                    
                                                        Despierta el día  te  llama
                                                           A tu  vida,  tu  deber
                                                       Y  nada  más  que  a  vivir
                                                           Ese    es  tu sino  vivirte.
                                                      Tu  obra  eres  tu  nada  más.

Yo  soy  responsable de mí mismo.  Mi  compromiso es  la vida.

Perversidad, otra cara de la lectura

A la par que mi corazón se abría a esa afirmación de la vida, surgían miedos arraigados desde mi infancia. Estos emergían con ciertas experiencias de mi profesión de maestra. Tenía la tendencia- o la tengo- de evaluarme a mí misma como en un panóptico. Esto porque mi padre cuando yo era niña estuvo constantemente calificando mi vida. A mis treinta años poco había podido olvidar su constante mirada aprobando o desaprobando mis acciones. ¿Cómo tenía que comportarme? ¿Qué tenía que hacer para no ser objeto de su censura y castigo? Siempre recuerdo a mi padre haciendo ese gesto amenazador con su mano. A pesar de que él se fue de la casa cuando yo tenía 10 años, esa calificación quedó en mi inconciente  y esas marcas de dolor en mis ojos y piel. Esto  me  persiguió por mucho tiempo. Entonces cuando tuve que enfrentarme con situaciones que eran desaprobadas por otros, la primera en ejercer control, calificación y castigo sobre mí, era yo misma. Me desvalorizaba, reprimía y juzgaba. Ese dolor impregnado en mi memoria y mi piel no me dejaba avanzar, me deprimía y aun más me volvía cruel, pues quería vengar ese dolor. Así pues me sentí fascinada por la crueldad.
Esa fascinación tuvo alimento con los libros que leí en ese tiempo. Vinieron a mi, autores suicidas que con su gran lucidez me invitaban a exaltarme por la oscuridad. Leí a Poe, Quiroga, Pizarnik, Silva, entre otros. Por un tiempo estuve llenándome de desamor, quería sentir ese placer de su lectura, dejarme envolver en esa sensación de sin sentido. Así pues, contaba y leía a mis estudiantes mi cuento preferido El corazón delator. La depresión fue la respuesta. Sin embargo, los niños y niñas me curaron pues yo era madre y tía, ellos lograron restablecer los hilos que el miedo y la crueldad habían cortado.

Niños y niñas, respuesta a mi oscuridad

Dentro de mí habita una niña, ella quiere jugar, por ello me gusta el teatro. Mi hija, mis cinco sobrinas y mi sobrino se convirtieron en mis compañeros de juego. Así como yo había leído  de niña los invité a leer sonidos. Leímos las canciones y cuentos infantiles de mi infancia,  leímos la casa y el parque de los troncos,  leímos a Ziraldo, escritor para niños y niñas, jóvenes, adultos, y abuelitos y abuelitas. Su  poesía está hecha de palabras e ilustraciones que penetran todos los sentidos. Sus obras son para ver, palpar, escuchar, oler, saborear y para pensar.  En esas historias sencillas está dada  una  concepción  acerca del  ser humano. Esa  búsqueda  de  sí mismo,  Flicts; esa  búsqueda  del  otro, El  pequeño  planeta  Perdido y la comprensión de los “niños-problema” El polilla. 
Otro libro que pronto llegó a mis niños fue El rey de la salsa de mi escritor colombiano favorito Pedro Baquero. En este libro se encuentra un cuento que cambio mi forma de ser maestra El corazón de la Piña. Me inventé un taller para los sentidos a través de una piña como promoción antes de la lectura.  Leer a Pedro Baquero ha sido una experiencia sensorial, emocional y de pensamiento. Sus cuentos me suscitan alegría; emoción que se hace posible por el juego de sabores, olores, texturas, colores, sonidos de frutas y verduras. Sus personajes me invitaron a pensar las relaciones humanas: el tomate como rey de la salsa, la piña con su corazón duro y desabrido, la amargura del limón, el chocolate, conquistador al revés, entre otros. Estos cuentos como partituras de sonidos me hicieron lectora en voz alta.  Así los niños, mis estudiantes a maestros y maestros,  su risa, juego, aventuras y los libros para los primeros, reconstituyeron mi afirmación a la vida.

Con mis estudiantes, la poesía tuvo sentido.

Entré a trabajar a un colegio mixto con cuatro grados novenos. Estos chicos habían tenido un acontecimiento fuerte en sus vidas: el suicidio de un compañero el cual dejó un libro de poemas. Los chicos y chicas tomaron este libro como una insignia. El estudiante y poeta suicida, leyó los poetas suicidas y escribió de igual forma. Yo sabía a que me estaba enfrentando pues los chicos se estaban sintiendo deprimidos, con una fascinación por la muerte y el dolor. Iban todos los viernes al cementerio y se quedaban mucho tiempo allí. Así pues, quise intervenir y les propuse hacer un proyecto de aula: No para que todos sean poetas sino para que ninguno dejé de sentir. Mi objetivo era que todos pudieran hacer un libro de poemas al igual que su compañero. Esto como homenaje a aquel poeta  recordé y vivencié, a mis poetas: Pablo Neruda, Mario Benedetti, Darío Jaramillo Agudelo, Gonzalo Arango, Juan Gustavo Cobo Borda, Harold Alvarado Tenorio, entre los latinoamericanos.  
Otros poetas importantes para mis estudiantes y para mi fueron los españoles de la generación del 98, 27 y 33 los cuales vivieron la guerra civil española. Ellos nos enseñaron sobre como la guerra niega al ser humano.   Antonio Machado, un caminante con mucho camino por andar, murió exiliado en un país vecino. García Lorca, amante de lo popular y andaluz, músico, dramaturgo, lúdico, niño, fue fusilado por el dictador Franco. Sus poemas son magia de luz que recorren los espacios: Verde que te quiero verde, verde viento. Miguel Hernández, autodidacta, pastor, y admirado por Pablo Neruda, murió de tuberculosis en la cárcel: La cebolla es escarcha cerrada y móvil, de tus días y de mis noches. Pedro Salinas, el amante eterno de Margarita, me dejó un poema de amor para toda mi vida la Forma de querer tú es dejarme que te quiera. Y el mejor poema a la vida: Despierta el día te llama.
Estos poetas, tanto a mí como a mis estudiantes, nos mostraron el dolor que causa la guerra y así mismo las posibilidades que tenemos como seres humanos. Nos dijeron que a pesar de las ausencias hay camino si tú lo haces, hay vida, hay seres humanos que lloran, sufren, ríen y cantan y  aman, siempre habrá amor si lo permitimos.   

La alegría de la vida

Me gusta vivir y recurrí a la literatura, la filosofía y la pedagogía para no sucumbir ante el atrayente mundo del pesimismo y de la pesadez. Es más fácil quejarse que alegrarse. Estoy apostando por alegrarme. Jiddu Krishnamurty, un filósofo que me traspasa, moviliza, me está hablando noche y día de que la vida es bella, que hay que vivir sin temor, despertar los sentidos para ser capaz de transformar las relaciones con los otros. Estanislao Zuleta problematiza los conceptos que por tanto tiempo he tenido en mi vida, me habla de respetar a los otros, de aceptar el conflicto como parte de nuestra naturaleza social, de no aceptar lo fácil sino que es en el trabajo sentido, profundo que se encuentra el gozo del conocimiento. Paulo Freire, pedagogo latinoamericano, me invita a denunciar y anunciar, esta debería ser nuestra consigna como maestros críticos. Mijail Bajtin, me insinúa que formo con las voces de los otros, soy polifónico, así debería entenderlo la sociedad para poder enriquecer esta vida. Humberto Maturana, me deja la mejor definición de amor: aceptar al otro junto a uno en la convivencia. Jorge Larrosa me ha dicho al oído: déjate  afectar, escucha para crear no para perpetuar. Nuevamente digo tengo una fe de olvidos, pues hay varios autores que merecerían estar  en estas páginas, ellos han hecho parte de este impulso vital a creer en mí, en lo inefable, no obstante lo que soy da evidencia de lo que ellos me han dado.    

Un final con los primeros pasos como escritora

Empecé a sentirme escritora, tardíamente.  Ahora, siento que lo soy, que intento serlo. Con la escritura, mi padecer está en encontrar la palabra. Lograr poder decir lo que quiero decir y más allá de lo que quiero decir, lo que soy. Lograr hacer caso a mi imaginación, mis sentimientos  y que el lenguaje no me traicione. Es una búsqueda, un volver sobre sí para ajustar y reajustar el lenguaje a mi vivir y a mi imaginación. Escribí de adolescente cuatro cuadernos de poemas, de joven, poemas de amor, dolor, desencanto, perversos; cuentos de fantasía. De adulta encontré  a Giani Rodari y  jugué  con las propuestas que nos hace para escribir. Un día me divertí con el binomio fantástico: tomé dos palabras de contextos distintos: pez y cometa. Así nacieron los cuentos el Pez-cometa y Habitantes no azules.


El  Pez Cometa

Había una vez un niño que tenía un pez cometa. Todos los días iba al parque y  lo sacaba a volar. Las señoras estaban preocupadas porque sus hijos querían tener un pez así. Pero no encontraban uno que quisiera salirse del agua.  Fueron donde el niño y le preguntaron que dónde se encontraban los peces que querían volar como cometas.  El niño respondió que lo había sacado de un sueño. Todas, en acuerdo, le pidieron que soñara otros peces que volaran como cometas. -No puedo obligarme a soñar, el sueño viene si él quiere- dijo el niño.

Las señoras se pusieron bravas y decidieron quitarle el pez para que ninguno de sus hijos pidiera peces voladores como cometas. Cuando el niño estaba dormido se llevaron el pez y lo escondieron en la fuente del parque. Al otro día, el niño volvió a salir con su cometa-pez. Las señoras estaban sorprendidas. En muchos sitios lo guardaron y siempre el pez aparecía con el niño. Entonces, ellas optaron por hacer un sancocho de pescado. Al otro día, los hijos estaban muy alegres en el parque elevando sus cometas-mamás. El niño volvió a soñar y salió, nuevamente, a jugar al parque con su pez cometa.



Habitantes no azules

Había una vez una señora que no era ni azul,  ni larga, ni se llamaba Lina. Un día todos  los habitantes del pueblo se dieron cuenta de sus defectos. Fue insultada, llamada traidora y encerrada en una torre. Vino un caballero que no era azul, ni largo, ni se llamaba José y rescató a la señora. Todos se pusieron furiosos y la furia los mató. La señora y el caballero fundaron una nueva ciudad. Sus habitantes eran de todos los colores, formas y nombres.

Ahora he escrito varios ensayos que me gustan. Escribir es un reto y una pasión para no dejar de estar vivo. Además los dioses nos escuchan cuando mandamos nuestras plegarias no solo con la palabra oral sino con la escrita.

La maestra es una artista

El educador es también un artista.
Él rehace el mundo, él redibuja el mundo, repinta el mundo
Reencanta el mundo, redanza el mundo.
Paulo Freire

Me diste flores  sencillas, sutiles, valientes,
pájaros de pétalos, mariposas de pistilos,
estambres, óvulos, corola, cáliz de arcoíris.
Avanzaste,  deteniéndote, esperando 
que deshiciera e hiciera  mi ser.
Tejiste luz sobre mi tristeza.
Sin importar el riesgo,  fuiste cascada,
retoño, semilla, luminiscencia del universo.
Con tu voz, vedada a los inmortales,
recuperé mi silencio, reconcilié mi vida.







  


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