Amalia, la niña de los colores
Amalia, la niña de los colores
Clara Inés Cuervo Mondragón
Desde que nació Amalia, sus padres cada año le regalaban colores. Las personas la conocían como la niña de los colores. Ella, los lucía a todas horas, en todo lugar, con todos y con todo; no quería más, ni tenía más sino sus resplandecientes colores.
Un día, el día enfermó y con él la luz. La única que tenía colores era Amalia. Pero, ella los guardó en un baúl por temor a que se los quitaran. Todas las personas, seres vivos, lugares empezaron a languidecer. Los padres de Amalia le rogaron que sacara sus colores, ella se negó hacerlo. La niña empezó a quedarse blanca como un papel, aun así no sacaba sus colores. Sus muñecos y sus amigos estaban pálidos y ya no querían jugar.
La niña lloró tanto - que llegó a la mamá más barata la cuenta del agua - No quiso volver al colegio, ni siquiera al parque. Contempló, por mucho tiempo, su rostro blanco en el espejo. Así poco a poco fue olvidando los colores. De tanto mirarse, el espíritu del espejo se le apareció y dijo: Amalia ¿por qué estas tan fea? Ella respondió: ¿No he sido siempre así? El espejo le mostró a la otra Amalia, la de los colores. La niña lloró amargamente y se acordó de los colores guardados. Sacó el baúl y lo abrió, allí estaban ordenados como los dejó. Quiso volver a ponérselos, pero no pudo, ninguno de ellos quería estar en un ser tan triste como ella. Amalia, lloró, como acostumbraba a llorar y el espejo le grito: Deja de ser tan presumida, los colores,¿ a quién pertenecen?
Amalia despertó. Ese día era nuevo, nunca visto: el primer día de la creación, todo era tan reciente que las formas, los olores, sabores, sonidos hasta ahora estaban llegando a cada ser de la naturaleza. Amalia vio el cielo, el mar y su color azul fue de ellos. Sintió el sol, el fuego y su corazón les regalo el amarillo y el rojo. A los árboles y las montañas les dio el color verde. Ella regaló todos sus colores. Los días volvieron a ser alegres y la vida recuperó a Amalia.
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