POEMAS DE THIAGO DE MELO


ARTE DE AMAR

“Hago poemas como quien llora…”
Manuel Bandeira

No hago poemas como quien llora,
no hago versos como quien muere.
Quien tuvo ese gusto fue el bardo Bandeira
cuando muy joven; pensaba que tenía
los días contados por la tísica
y hasta no se atrevía a enamorarse.

Hago poemas como quien hace el amor.
Es la misma lucha suave y atontada
Mientras la rosa mojada de rocío
Se va entreabriendo despacio.
La gente no se da cuenta, hasta encuentra bueno,
El inmenso trabajo que da hacer el amor.

Perdón, el amor no se hace.
A lo sumo, se deshace.
Hacer el amor es un decir.
(la metáfora es falaz)
De quien pretende vestir
Con ropa austera la belleza
Del cuerpo de la primavera
El verbo exacto es JODER.

La palabra se desnuda
Para que todo el mundo vea
El cuerpo amante cantando
La gloria de su poder.



TEMO POR MIS OJOS
Temo por mis ojos
ante las vestiduras puras.
Y, entretanto, deseo.

Temor que sugiere el epílogo
de ser cántaro partido
junto a la fuente pródiga.

A no contemplar, prefiero
definitiva ceguera.

- No como los hombres ciegos,
sino como pies de criaturas
que al menos sueñan caminos.

NO FUI PROFETIZADO
No fui profetizado. Ocurrí.
Cuán difícil es cumplir
la misión que no recibí.
Viviendo fue que aprendí
a lo que viene al mundo: a amar.

Cunado libre ya del tiempo
me pidan mi testimonio,
mis manos les mostraré:
no tendrán marcas de clavos.
Verán, endebles, tajos
de la rosa que más amé.

NOTICIA DE LA MAÑANA
Yo sé que todos la vieron
y jamás la olvidarán.
Pero es posible que alguien,
denso de noche, estuviese
profundamente durmiendo.
y a los dormidos – y también
a los que estaban lejos
y no pudieron llegar,
a los que estaban cerca y cerca
se quedaron sin verla;
a los moribundos en los catres
y a los ciegos de corazón – a todos los que no la vieron
les contaré que está mañana
- mañana es cielo derramado,
es cristal de resplandor
que reinó, de este a oeste,
de la loma hasta el mar – en la ciudad.

Pues dentro de esta mañana
voy andando. Y me voy
tan feliz como el niño
que me lleva de la mano.
No tengo ni un trazo de rumbo:
sino el rumbo de la mañana,
llevado por el niño
(él conoce caminos
Y mundos mejor que yo).

Amorosa y transparente,
esta es la sagrada mañana
que el cielo entero derrama
sobre los campos, sobre las casas,
sobre los hombres, sobre el mar.
Su dulce claridad
ya se expandió tranquilamente
por sobre todos los dolores.
Ya lavó la ciudad. Ahora,
corazones va lavando
(no el del niño; el mío,
de logreguces cargado).

Por la verdadera, la mañana
va llamando a otras mañanas
siempre radiantes que existen
(y a veces nace tarde o no nace nunca)
dentro de los hombres, de las cosas:
en la ropa colgada de la tendedera,
en los barcos que arriban,
en la torres de las iglesias,
en los pregones de los vendedores de pescados,
en la cierra circular de los obreros,
en los ojos de la joven que pasa, ¡Tan bonitos!
La mañana está en la tierra, está en las palmas,
está en le patio de los suburbios,
está en las avenidas centrales,
está en las terrazas de los rascacielos.
(Hay mucha, mucha mañana
en el niño, y un poco en mí.)

La belleza mensajera
de esta radiante mañana
no se resguardó en el cielo
ni se quedó sólo en el espacio,
llena de sol y de viento
sobre volando la ciudad.
No: la mañana se dio al pueblo.

La mañana es general.

Los árboles de la calle,
El haz de luz del mar,
las ventanas abiertas,
el pan olvidado en el escalón,
las mujeres volviendo del mercado
los vestidos de colores,
la pareja de viejos riendo en la calzada,
el hombre que pasa con cara de sueño,
las provisiones de hortalizas,
el negro en la bicicleta,
el ruido del tranvía,
los pájaros enamorándose
que mi ternura encuentra
en un pedacito de calle
son testimonio eterno
de la amada mañana que avanza
y del paso derrama
aquí una alegría,
allí entrega una frase
(¡qué día tan bonito!)
a la mujer que abre la ventana,
más adelante deja una esperanza,
a lo lejos un coraje
y allá adelante, aquí y allí
por el campo y por la sierra,
a los mendigos y a los avaros,
a los marineros, a los tímidos,
a los desgraciados, a los prósperos,
a los solitarios, a los bondadosos,
a las viejas vírgenes y a las puras
y a las chifladas también,
la mañana se va derramando
una alegría de vivir,
les va derramando un perdón,
les va derramando un deseo de cantar.

Y de repente la mañana
- mañana y cielo derramado,
es resplandor, resplandor –
fue trasformando la ciudad
en una plaza inmensa plaza,
y la plaza, el pueblo el pueblo entero cantando,
dentro del pueblo, el niño
llevándome de la mano.

NOSTALGIA DE DIOS
Crecí de niño con Dios.
Mi madre creo que fue
quien puso a Dios dentro de mí.
Dentro de mí, pero no mío.
No fue un amigo de infancia.
No me dejaba sentirme a gusto
(ni en los baños escondido
en la hondura de mi río).
No me dejaba ser yo,
ser libre: su presencia
- una hoja de metal colgada
constante en mi vida -
me daba un gran temor.
No me avergüenza decir
que nunca le tuve amor.

Por eso (supongo) fue
Que un día desperté sin Dios
(un día cuando mis ojos
Ya conocían el asombro).

Dios se perdió. No me hallé
Solo, me vi conmigo.
(Tal vez por eso yo tengo
Ese aire de niño perdido.)

No obstante, de él quedó
En el suelo triste de mi alma,
Entre dulce y adolororida,
Una pena que a nostalgia sabe.
SAGRADA ALEGRIA
No me pregunto, mucho menos
me respondo, sobre la vida
(existe) después de la vida.
No envidio (me conmueve)
la fe que crea la serena
certeza de la eternidad.
Lo que suceda en le reino
que se inicia en la muerte,
no me concierne. En el mundo
de los hombres, mi lindo suelo,
quiero ser capaz de amar,
pero no quiero otro honor
que no sea la alegría
del amor en mi corazón.

EL TIEMPO DENTRO DEL ESPEJO
El tiempo no existe, mi amor.
El tiempo es solamente una invención
de quien teme ser eterno.
De quien no sabe que nada se acaba,
que todo lo que se vive permanece
cual ceniza de amor ardiendo en la memoria.

¿El tiempo pasa? ¡Ay, ojalá! El tiempo
se queda dentro de mí, cantando se queda
o quemándome, pero soy yo quien canto,
yo quien me quemo, el tiempo no hace nada
sin mí que le permito, mi vida.
De mí depende, soy su materia,
abono la flor del suelo de mi mente,
El tiempo es mi pecado original.


AMOR PLUSCUAMPERFECTO
No del amor. De mí dudo.
Del modo pluscuamperfecto
que tengo aún de amar.

Con frecuencia reconozco
mi mano escondida
dentro de la mano que recibe
la rosa de amor que doy.

Espiando mi propia mirada,
escondido detrás estoy
de los ojos con que me ves.
Comparto conmigo mismo
Lo que pretende ser regalo,
Pero de mí no se desprende.

Por más que me prolongue
en el ser que me comparte,
de improviso me siento
el dueño de la alegría
que estremece la piel
y hace nacer lunas
en el cuerpo que abrazo.

No del amor. De mí dudo
cuando en el centro más claro
de la ternura que te invento
engasto un sabor de precio.
Sabiendo incluso que el premio
del amor es sólo amar.

Comentarios

  1. Este poema de Thiago de Melo mas que pluscuamperfecto, es decir mas que perfecto es hermosísimo… me gusto

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